LA EQUIVOCACIÓN
He terminado la videollamada con la familia y vuelvo al silencio de mi pequeño apartamento. Puede que ahora esté todavía más deprimida de lo que lo estaba antes de esta cena virtual de Noche Buena. El “mejor esto que nada” no ha tenido mucho sentido, al menos para mí. Aunque a mi familia le he mentido vilmente, por supuesto. He fingido estar alegre, creo que a la perfección, y he repetido siempre que la ocasión lo requería los socorridos “al menos nos vemos así”, “lo importante es que estemos todos sanos”, “esta cena es una cena más”, etc. Por desgracia este teatrillo no ha llegado a convencerme a mí. Ni me ha salvado de sentirme ahora todavía más triste de lo que ya estaba. Además, para que no se me olvide esta sensación de abandono en la que me encuentro ahora, desde todas las casas vecinas me llegan rumores de risas y gritos, de tintineos de copas y platos. Todavía es temprano pero tengo mucho sueño. Me siento débil y un poco mareada, así que apoyo la cabeza sobre la mesa para