4º izquierda de la calle Parla nº 20.
19:02 del 12 abril
Al llegar al rellano todo está en silencio. No
encuentran ningún timbre, por lo que dan un par de golpes en la puerta. Después
de unos segundos pueden ver luz tras la mirilla.
—¡Policía! ¡Hagan el favor de abrir! —La puerta se
abre lentamente, tras ella asoma la cabeza de un hombre que no tendrá más de 50
años.
—¿Ha pasado algo? —pregunta este.
—¿Le importa que pasemos? ¿Está usted solo?
—No… Mi madre está en casa, está durmiendo...
—contesta el hombre mientras termina de abrir a regañadientes─. Les agradecería
que no hablasen muy alto...
Los dos policías entran en el piso. Es
viejo como anticipaba la fachada. Está oscuro y huele a humedad y a pesar de la
hora que es, el hombre viste bata y pijama. Desde la entrada de la casa, que
funciona también como pasillo central, puede verse la sala a través de una de
las puertas entreabiertas. Sobre un sofá tapizado de flores y con la cabeza
apoyada sobre el tapete blanco que lo cubre, está sentada una anciana que
efectivamente duerme. Tiene los ojos cerrados y la boca abierta, por encima del
ruido del televisor encendido pueden escucharse sus ronquidos. Sobre su regazo
duerme también un gato regordete y viejo.
—¿Qué es lo que ocurre? —vuelve a preguntar el hombre.
Está pálido y parece un poco nervioso.
—Hemos recibido la llamada de un vecino. Nos ha
informado de un posible altercado en esta vivienda. ¿Le importa que echemos un
vistazo?
—No, por supuesto que no… Perdonen el desorden, mi
madre está mayor y yo estoy bastante enfermo... —dice el hombre mientras se
aparta para dejarles pasar.
—No hay nada que disculpar, tranquilo —contestan.
El hombre vuelve a cerrar la puerta de la entrada.
Mientras lo hace, los policías pueden darse cuenta de que mueve con mucha
torpeza el lado derecho de su cuerpo y de que tiene dificultades para caminar.
Los dos policías recorren la casa abriendo todas las puertas y al terminar
comprueban, como les ha dicho el hombre, que no hay más personas que él y su
madre en la vivienda.
—Bien, está todo tranquilo —dice uno de ellos—.
Disculpe que le hayamos molestado, pero hemos recibido el aviso de que desde
una de las ventanas de esta vivienda podría haberse arrojado un objeto de
cristal. ¿Sabe usted de qué se puede tratarse?
—Vaya… Disculpe, sí… —contesta el hombre en tono
nervioso-. Puede que… Puede que se haya caído un vaso que teníamos al lado de
la ventana… —Los policías le miran con extrañeza—. Tenemos un gato que es el
mismísimo demonio ─continúa diciendo.
—Está bien caballero, no le molestamos más. Pero la
próxima vez intente no dejar ese tipo de objetos al alcance su mascota. Podía
haberse hecho daño alguien, por suerte no ha sido así. Lleve cuidado, haga el
favor…
Los policías saben que el objeto de cristal del que
hablan no ha caído simplemente, sino que se ha estampado contra una de las
paredes del patio. Pero en la casa no han encontrado nada fuera de lo normal y
como el incidente no ha tenido más consecuencias que unos cristales rotos en el
fondo del patio y un vecino sobresaltado, decidirán dejar correr el asunto.
4º izquierda de la calle Parla, nº 20.
17:50 del 12 abril
—… El pelaje tostado de los adultos es perfecto para
camuflarse en las secas llanuras africanas. Los félidos son unos maestros del
camuflaje… Con manchas o con rayas tienen la extraordinaria capacidad de
ocultarse de la vista de todos. Lo que les permite acercarse a las presas…
Mientras permanece atento a la tele y su madre duerme
con el gato sobre el regazo, al hombre le parece escuchar la risa de alguien.
Se gira hacia su madre pero comprueba que la mujer sigue durmiendo, por lo que
vuelve a dirigir la vista hacia la tele. Pocos minutos después
escuchará otra carcajada. Esta vez ha sido más fuerte y se ha escuchado más
cerca, así que baja el volumen del televisor y aguza el oído.
—¡Eres un desgraciado! —escucha ahora. El hombre mira
a un lado y luego al otro. Sobre una de las mesitas del comedor hay un vaso con
agua y una dentadura postiza, que ahora se ríe de nuevo y repite—: ¡Eres un
desgraciado!