MICHAEL


“Hay cosas que no te he dicho nunca", dice. Él habla mientras el chaval, que mantiene fija la vista en el móvil, parece no estar escuchándole ni dándose cuenta de absolutamente nada de lo que pasa a su alrededor. “Sé que al principio te dolía mucho”, continua el hombre. “Sí, tú lo interpretabas como falta de confianza. Pero lo hice, lo hice porque te admiro y te aprecio. No quiero recelos entre nosotros. En este momento…”. Sin dejar que termine la frase, el chaval se levanta del banco, aparta la vista del móvil unos segundos apenas para dedicarle una mirada de desprecio y comienza a caminar dejándole solo mientras acababa la frase.
A pocos metros y en esa dirección pasea una anciana que no ha perdido detalle de la escena. Al llegar al banco se encuentra al hombre en silencio ya, con los ojos puestos en el suelo y la frente apoyada sobre las manos. “Adolescentes…”, dice mientras sonríe y se sienta su lado ayudándose de un bastón. Ha conseguido que el hombre levante la mirada de nuevo, y éste espera a que la anciana esté acomodada para contestar, “Tienes que reemplazarme. Toma el mando". La mujer se gira para mirarle y el hombre puede verse el gesto duro reflejado en los cristales de sus gafas de sol. "Si lo que ahora tengo en la cabeza se confirma, me iré de aquí esta noche. Te doy plenos poderes, sobre Fredo y sus hombres, Rocco, Neri, todos”, continua diciendo,  “Y por supuesto, te confío las vidas de mi mujer y mis hijos, el futuro de mi familia”. La mujer aparta la vista, se ajusta la pelliza y contesta mientras abraza con fuerza el bolso: “Van a cerrarme el supermercado”. “No les cogeremos…”, replica él, mientras la mujer se levanta prácticamente de un salto y le dice adiós con la mano, “… O mucho me equivoco o ya les han liquidado. Se los cargó alguien próximo a nosotros. De dentro, muy muy asustado por el fracaso”

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